Galería Ehrhardt Flórez

Exposiciones

Colectiva

UNO DOS TRES

11/05/2024 - 01/06/2024
UNO DOS TRES, 2024, vista general
UNO DOS TRES, 2024, vista general
Fátima Moreno, La mosca en el ojo, 2022, tinta sobre papel, 15 x 15 cm
UNO DOS TRES, 2024, vista general
Fernando García, Línea de Olivo, 2017/2018, cuerda de cáñamo y hojas secas de olivo, medidas variables
(Detalle), Fernando García, Línea de Olivo, 2017/2018, cuerda de cáñamo y hojas secas de olivo, medidas variables
UNO DOS TRES, 2024, vista general
UNO DOS TRES, 2024, vista general
UNO DOS TRES, 2024, vista general
UNO DOS TRES, 2024, vista general
Rosa Tharrats, El sol, 2023, brocado, gasa de seda, gafas, vestido, tejidos, tubo de cobre y base de metal, 202 x 69 x 39 cm
(Detalle), Rosa Tharrats, de El sol, 2023, brocado, gasa de seda, gafas, vestido, tejidos, tubo de cobre y base de metal, 202 x 69 x 39 cm
(Detalle), Rosa Tharrats, detalle de El sol, 2023, brocado, gasa de seda, gafas, vestido, tejidos, tubo de cobre y base de metal, 202 x 69 x 39 cm
Björn Dalem, Expanding Universe (3), 2010, tinta china y acuarela sobre papel, 42 x 29,5 cm
UNO DOS TRES, 2024, vista general
UNO DOS TRES, 2024, vista general
UNO DOS TRES, 2024, vista general
Laia Estruch, Crol Moll, 2019, hinchables, medidas variables
(Detalle), Laia Estruch, detalle de Crol Moll, 2019, hinchables, medidas variables
Ulrich Rückriem, Untitled, 2015, pastel de óleo sobre papel, 21 x 29,5 cm (conjunto de 25 dibujos)

UNO DOS TRES es el título de la nueva exposición de la Galería Ehrhardt Flórez.
Seis artistas, seis obras y tres espacios diferenciados. Los trabajos de Fernando García y Fátima Moreno, Rosa Tharrats y Björn Dahlem, y Ulrich Rückriem y Laia Estruch, algunos inéditos y otros conocidos, se reparten, divididos de dos en dos, en tres espacios separados de la galería. Cada artista proviene de diferentes generaciones y contextos, y cada obra, con orígenes dispares, pertenece a periodos, tipologías y estilos distintos.

Bien por intención, bien por simbolismo o bien por color, la exposición se ha planteado como una sucesión de interferencias. Las piezas escultóricas de Fernando García, Rosa Tharrats y Laia Estruch, se cruzan en el espacio de tres obras sobre papel, las de Fátima Moreno, Björn Dahlem y Ulrich Rückriem, que a su vez se escapan de la planitud ocupando un espacio que no les es propio. Estas interferencias se muestran no tanto como entorpecimiento y obstrucción (algo por otro lado no descartable), sino como acción recíproca de determinadas tensiones que resultan de movimientos y dinámicas ondulatorias entre las obras presentadas. Entre cada cruce no se da una interferencia en una sola dirección; no hay dos linealidades que se corten entre sí, sino más bien superficies y volúmenes, masas y planos que transitan y recorren un espacio intangible y común. En las tres salas, entre lo táctil y la imagen, entre materia y percepción, se solapan distintas capas y densidades. Mientras que uno de los espacios se ha vaciado casi por completo (el ocupado por las obras de García y Moreno), y el último se ha saturado (con piezas de Estruch y Rückriem), el otro (con Tharrats y Dahlem) incorpora elementos de lo doméstico, lo ornamental y lo funcional, propios de un lugar habitado.

La “Línea de olivo”, realizada por Fernando García durante los años 2017 y 2018, y que plantea una línea temporal ordenada mediante la unión y recopilación de centenas de hojas de olivo enrolladas entre sí, alrededor de un cordón, y que cuelgan suspendidas en una larguísima onda, da pie a un pequeño dibujo, reciente, muy esquemático, de la artista Fátima Moreno. Se trata de una línea o gesto gráfico, de tinta, finísimo, en el que se vislumbran unos ojos y una nariz. Ahí se condensa gran parte del rico imaginario de Moreno, que, anclado en un folclore y una voz andaluza, extiende también su visión hacia mundos oníricos y psicodélicos más variados.

En un segundo espacio, mezcladas en un lugar de trabajo, con librerías y muebles, se produce la segunda interferencia o cruce. Las obras de Tharrats y Dahlem apuntan hacia lo cósmico, un lugar donde la fuerza gravitatoria de sus trabajos responde no solo a la cuestión formal y plástica (colores, cuerpos flotantes, elementos y telas recicladas) sino a lo simbólico de su lenguaje. La práctica de Tharrats se formula en relación a nuevas formas de habitar la tierra. Una materialidad no invasiva que ahora queda representada en una pieza que simboliza el sol como arcano mayor del tarot. Por su parte el trabajo de Dahlem, de quien en esta ocasión se escoge una obra más rara en su producción, una obra sobre papel de 2010 en vez de una de sus más reconocibles esculturas, plantea una visión que mezcla la astronomía y la física con una concepción más utópica de la estética del infinito. Se trata de diferentes abordajes en busca de la integración de ciencia y arte, espiritualidad y materia, y trascendentalidad e ironía.

Finalmente, en un tercer espacio, una cadena de hinchables de Laia Estruch, “Crol moll”, presentada por primera vez en el año 2019, invade el espacio, lo infla, frente a una forma geométrica que imperturbable alumbra desde la pared: un rectángulo de color sobre fondo monocromo pintado por Rückriem en el año 2015.

Hay piezas que se recorren con el cuerpo: el cordón de olivo de García es una suerte de línea del tiempo, el sol de Tharrats sugiere una fuente de radiación electromagnética propia de nuestro sistema planetario y la pieza hinchable de Estruch tiene una dimensión performativa. Otras se recorren con el ojo: la línea ondulante de la figura en el dibujo de Moreno, el embudo que, como una especie de agujero negro, succiona la mirada en la obra de Dahlem, y el signo casi suprematista de Rückriem.

UNO DOS TRES se organiza en función no sólo de distintos ambientes, que como anteriormente planteábamos, pasan de lo vacío a lo saturado, sino de temperaturas: mediante lenguajes, orígenes, referencias y colores, se muestra una visión más apegada a la tierra y al campo en García y Moreno; una mirada más galáctica, la del cielo y el sol, en Dahlem y Tharrats, y una aproximación más gaseosa y acuosa, si se quiere, que por un lado remite al origen de la pieza de Estruch en relación con los hinchables flotando en el agua de las piscinas Picornell de Barcelona, y por otro, un rectángulo en la obra de Rückriem que emerge en su camino hacia lo absoluto.

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