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Exposiciones
- June Crespo
voy, sí
El cambio de escala de un objeto cotidiano, un triángulo formado por la unión de los dedos pulgares e índices de dos manos, la representación de un conducto, y una cáscara como piel traslúcida de un molde son algunos de los gestos y visiones a partir de los que June Crespo ha desarrollado un conjunto de nuevas esculturas que forman Voy, sí, su primera exposición individual en la Galería Heinrich Ehrhardt.
El gesto y sus posibles variaciones, o su “traducción”, término al que se refiere con frecuencia la artista para hablar de su trabajo, son elementos muy relevantes en la práctica escultórica de June Crespo. El proceso, el hacer, situado en un estadio previo al discurso, genera distintas aproximaciones a la obra, discurriendo así en una dirección y en otra. No hay una línea trazada con antelación, el simple origen del trabajo, en este caso, el cambio de escala, la referencia a un triángulo formado por unas manos, o la imagen de un molde de una cadera y unas piernas, sufre un intenso desplazamiento, una deformación del punto de partida y un extrañamiento que sitúa a la artista en una posición desconocida desde la que la obra es una mezcla de intuición, constancia, prueba y error.
Si bien las piezas parecen mostrar una cualidad material densa y robusta, el movimiento que en ellas se produce, el vaciamiento y la constante modificación, el encuentro entre ellas, a veces fortuito y accidental y a veces consciente, generan una escultura firme pero fluida en la que canales, huecos y aberturas permiten la aparición de espacios que remiten a cierta idea de circulación y corriente a través de orificios, nudos, ataduras y anclajes.
Las piezas de hormigón y ferralla, a las que se les ha añadido cera de abeja, parafina o diferentes textiles, funcionan como una estructura ósea, en una mecánica alienada y desencajada que se aleja de la representación del objeto cotidiano utilizado como molde. Las obras de resina, cáscaras de bloques de porexpán perdidos, algunas con impresiones sobre acetatos incorporadas, lo hacen como conductos y pieles traslucidas. Y los trabajos sobre moldes de silicona y resina de distintos elementos que se integran en el paisaje del taller de June Crespo, tuberías, vigas de madera, radiadores y flores secas, generan un cuerpo de trabajo donde los distintos lenguajes asociados a diferentes materiales se integran en estratos y capas que van descubriéndose en cauces y estrías que la propia escultura, sus cavidades y oquedades, va revelando.
Mientras que el trabajo es continuo y constante, y la insistencia de algunas metodologías y ejercicios se repite en el taller, la posición de cada una de las obras, su relación con el espacio, las sitúa en un lugar distinto e independiente, funcionando ahora desde una lógica propia.
Y en esa distorsión, y esa ambivalencia de piezas abiertas y cerradas, que se sitúan próximas al hieratismo pero que acogen como refugio, las esculturas adquieren una autonomía que se distancia de lo que fueron en origen y se alejan al mismo tiempo de su concepción como grupo.