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Exposiciones
- Secundino Hernández
Secundino Hernández
En el año 1913, The American Art News ofreció una recompensa de diez dólares al primer lector que pudiera “encontrar a la dama desnuda” en la célebre obra Nu descendant un escalier, no 2 de Marcel Duchamp. Una figura bajando escalones se descomponía bajo lo que alguna crítica llamó “explosión en una fábrica de tejas”. En la exposición que Secundino Hernández presenta ahora en la Galería Ehrhardt Flórez, las figuras que ocupan la superficie de sus nuevas obras, se esconden también bajo un registro cinético, abstracto y “explosivo”.
La muestra reúne un conjunto de trabajos formado por ocho serigrafías sobre cartón de gran tamaño y cinco pequeños lienzos, y aúna dos cuestiones principales en el trabajo de Hernández: su investigación sobre las técnicas pictóricas y la representación de la figura humana.
Las serigrafías, composiciones de diferentes colores monocromos, y piezas únicas todas ellas, representan esbozos de figuras tumbadas, recostadas o sentadas. Otorgando un nuevo ímpetu a la representación de la figura, Hernández explora el medio de la serigrafía desde una aproximación pictórica. Y cuestionando la naturaleza de una técnica de reproducción mecánica, investiga sobre sus posibilidades plásticas: color, forma, luz, profundidad y línea.
Las pinturas sobre lino, por su parte, muestran unas figuras y poses parecidas, pero empleando materiales y procedimientos tales como tintes, arañazos, recortes y cosidos.
La Escuela de Barbizon y los primeros impresionistas franceses habían visto en los gestos simples de la estampa japonesa, en especial de aquellas pertenecientes al género Ukiyo-e, un método pictórico y un medio de representación que revolucionaría el desarrollo de la pintura occidental de finales del siglo XIX. Si la idea de pintura dejaba de estar sujeta a una compulsión plutocrática mostraría entonces una variedad de registros y temas como nunca antes se había imaginado. Por influencia de lo que se denominó como japonismo, algunas de estas nuevas técnicas pictóricas, vinculadas a la estampación, impulsaron los nuevos temas de la pintura moderna.
Hernández recupera ahora, en cierto modo, la simpleza del trazo del mundo flotante japonés. La inmediatez y rotundidad de lo gráfico junto con el lenguaje corporal expresado en el individuo y la intimidad de las escenas y la extrañeza de las poses representadas, descubre una nueva atmósfera pictórica que concentra lo simbólico y lo expresivo.
En estos nuevos trabajos ciertos métodos son propios de una pintura de trazo encadenado y fluido, mientras que otros están más próximos a la intermitencia de manchas y líneas. Unas veces la línea discurre suave y otras se marca con tosquedad y repetición. Su práctica, en relación a estos nuevos temas que su pintura plantea, es “discontinua”: algo se desliza y se interrumpe.
Se dice del músico Sonny Rollins que a menudo utiliza el ritmo en sí mismo; que su torbellino de improvisación, roto y fracturado, interpretado en intervalos, se ejecuta sobre un patrón rítmico y no sobre una melodía. Hernández traslada esta mecánica a la pintura. Cada figura, cada postura y cada color, ajustados en esta muestra a formatos estrechos y verticales, forman una unidad temática y compositiva. Cada momento en el curso de la acción pictórica, cada sección de una línea dibujando un cuerpo, se registra en pocos y esquemáticos trazos.
En definitiva, lo que se ve y no se ve ha sido a lo largo de los últimos años un aspecto esencial en la pintura de Secundino Hernández. Ha pintado por acumulación y por ausencia. Y en ambos casos lo invisible tiene una presencia innegable.
Si las pinturas se “lavaban” o se “vaciaban”, antes se habían construido a partir de lo que se retiraba. Y si las pinturas se “abarrotaban” lo que quedaba fuera de nuestra vista componía una parte fundamental del cuadro.
Ahora, visible o invisible, el proceso, con nuevas técnicas y temáticas, emerge como huella o memoria pictórica. Las figuras contorsionadas, en cualquiera de sus procesos (cosidas, pintadas, serigrafiadas o estampadas sobre inmensos campos de color), flotan como resonancia y eco de un trazo que es origen y fundamento de cada una de las piezas expuestas.