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Exposiciones
- Laia Estruch
Residua
Residua, primera exposición individual en Madrid de la artista Laia Estruch, está formada por una performance, unas esculturas de hierro, unas piezas de chapa de acero inoxidable y unas obras sonoras. Todas ellas son parte de un nuevo e inédito cuerpo de trabajo atravesado por lo performativo.
En la sala principal de la galería se encuentra la obra titulada Residua que a su vez da título a la exposición. La obra consta de una performance, realizada en cuatro sesiones distintas distribuidas a lo largo de los dos meses de duración de la muestra, y de un conjunto escultórico que la artista recorre, toca y golpea, interactuando con la voz, la interpretación y el cuerpo.
Se podría afirmar que todo es escultura en la práctica artística de Laia Estruch. Su cuerpo y su voz, elementos esenciales en la articulación de su trabajo, son también entes escultóricos. Y es así como actúan en Residua: la voz está estructurada mediante sonidos abstractos que se entremezclan con la construcción de textos surgidos a partir de imágenes. En este caso, en el proceso de acción de la performance, muchas de las declamaciones se orientan al canto, a un canto casi eterno que permanece en las tradiciones de la poesía popular, del spoken word, del folclore, del cuento, de la canción y de la oralidad. Pero también la idea de improvisación está muy presente en ese trabajo en el que Estruch pone de relieve fases de percusión vocal estructuradas en compases que sin embargo abandonan el patrón para introducirse en un lugar más anárquico y experimental. Como ha sucedido en propuestas anteriores, Estruch concibe aquí las performances como ensayos abiertos al público en los que la investigación se acelera.
Unidas a la performance se presentan dos esculturas en forma de toboganes, rampas o curvaturas de hierro marcadas con incisiones, registros, números y letras, que, soldadas sobre la superficie, como costras o cicatrices, actúan unas veces como partituras y otras como códigos encriptados. Las piezas dibujan líneas que, como en la cinta de Moebius, parecen tener una propiedad de objeto no orientable. Las esculturas de Estruch, que a nivel formal podrían relacionarse con las estructuras de hierro de Anthony Caro, a nivel conceptual con el carácter narrativo de la obra de Juan Muñoz, y desde un punto de vista intelectual con lo poético y habitable del Grupo Ciudad Abierta de La Escuela de Valparaíso, se sitúan en un lugar que al igual que sucede con la propia performance se aproxima a lo inenarrable. En su volumen y su tamaño, las piezas de Estruch, se adaptan y encajan en el espacio. No se pueden rodear y se pueden en cambio transitar. Desbordan ciertos límites de la escultura pero no alcanzan los mínimos de la arquitectura. Una ambigüedad casi frustrada que se acerca al campo de la escenografía y la performance como un cuerpo más. Las reverberaciones de la voz provocan analogías entre los sonidos y movimientos de la performance y los ecos y rebotes que se producen en las piezas de hierro cuando la artista las recorre y arrastra con fuerza sus pies sobre la chapa. La escultura es por tanto figura e intérprete, otro cuerpo vivo, que desde la contorsión, actúa también como guión, campana y tambor.
Por otro lado, en otra de las salas, se presenta por primera vez un trabajo sobre planchas de acero inoxidable. Siguiendo las líneas de un discurso previo en el que Estruch utiliza la idea de anuncio como continente y contenido de la obra, la artista ha elaborado para la ocasión dos piezas de pared en las que el título de la exposición y determinadas anotaciones (fechas de las performances, imágenes, notas, alusiones a los ensayos abiertos de la acción) ocupan la superficie espejada de la chapa rayándola y cortándola como si de un papel de anuncio o cartel publicitario se tratase.
Finalmente, la exposición se completa con dos piezas sonoras que se escuchan en bucle. Estruch, que ha trabajado profundamente con el sonido en ocasiones anteriores, plantea aquí unos trabajos mucho más experimentales en los que la intervención del propio material sonoro adquiere gran protagonismo. Las dos piezas sonoras proyectan una materialidad que ocupa físicamente un espacio. En la primera de ellas, Reflexiones Impro Plato, 22 julio, 2022 (20’44’’), la artista se cobija literalmente debajo de un plato de batería que produce una reverb especial en la voz, en las palabras y los sonidos que Estruch pronuncia, generando una serie de rebotes que se dan entre la voz y el plato pero también entre un cuerpo arrodillado o de cuclillas que incomodo declama.
En la segunda pieza, titulada, Reflexiones Copicat, 22 julio, 2022 (10’33’’), se vuelve a producir esa experimentación con el material sonoro pero esta vez a través de la intervención y manipulación de la propia cinta de grabación que se manosea mientras se efectúa la grabación.
Si de manera repetida Laia Estruch entiende la voz como una extensión de un cuerpo capaz de sintetizar cuestiones relativas al lenguaje, al habla o a las estructuras sociales, ahora, en Residua, encuentra múltiples voces que existen en un cuerpo escultórico capaz de enmascararse, de construir géneros, velocidades y sonoridades diferentes.