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Exposiciones
- Secundino Hernández
Mi primera corrida
Tras diversas y numerosas exposiciones celebradas durante estos últimos años, Secundino Hernández (Madrid, 1975) presenta en la Galería Heinrich Ehrhardt, bajo el título de Mi primera corrida, su primera muestra dedicada por completo a la obra sobre papel.
Lejos de concebirse como una recopilación de trabajos realizados sobre dicha superficie a lo largo de varios años, o una reunión de bocetos y obras menores, a veces incluso anecdóticas en la producción de los pintores, se trata de una muestra determinada y dirigida en la que el auténtico eje central es el papel, que ha sustituido al lienzo como el lugar preponderante sobre el que depositar, en lugar de óleos y acrílicos, nuevos carboncillos y acuarelas.
Secundino Hernández ha tenido siempre, como muchos otros pintores a lo largo de la historia, una relación intensa con las técnicas ancestrales y los materiales más clásicos aplicados a la pintura. Su devoción por conocerlos y experimentarlos le ha conducido a esta vuelta hacia lo primario, ese lugar donde el fallo y la corrección no son posibles. Existe en esta exposición una búsqueda incesante por la mezcla más precisa y acertada. Una mezcla que poco tiene que ver con el color y la forma, entendidos como métodos estéticos, sino más bien con esa química propia de ungüentos, fórmulas y pócimas, hoy en desuso, y su aplicación plástica. Entre varios carboncillos de gran tamaño y una extensa serie de acuarelas delicadísimas realizadas sobre papeles artesanales e irregulares, cada uno de ellos único y especial, el pintor descubre sus más recientes estímulos pictóricos que habiendo soportado en forma de estructura y composición toda su pintura anterior, emergen ahora revelando una nueva apreciación de la luz y del tiempo.
En estas nuevas piezas el pintor ha deambulado por un territorio que aunque parecía conocido (sus constantes pruebas y bocetos sobre papel así lo anunciaban) ha resultado ser un campo de trabajo virgen. Experimentar y poner a prueba el uso de un carboncillo impreciso e indómito y reeducar la mano sumergiéndose en los matices de los materiales ha traído una pintura absorta en su propio quehacer, dibujando en la misma forma una poética de significado sutil y demoledor. Negro y blanco; formas y trazos desnudos; distancias e intensidades que conforman el nuevo tempo de una pintura de verdad pura.
Ese mismo espíritu ha guiado también la otra parte de la presente exposición. Varias piezas que parten de un precepto de leyenda: los veinte colores utilizados por Paul Cézanne en sus acuarelas y que Secundino Hernández, evitando uno de ellos, el blanco, ha revisitado como si de una expedición arqueológica se tratara. La utilización de técnicas y colores desaparecidos suscita una relectura fascinante de una pintura olvidada e irreproducible a día de hoy. Esa célebre gama de veinte colores de Cézanne es el punto de partida para, a través de su revisión actual, realizar una serie de acuarelas que buscan en la pureza del pigmento revivir la autenticidad de una de las técnicas más luminosas del arte de la pintura.
Así, se percibe en estas obras la construcción de un modelo de discurso que entronca con lo que podríamos definir como una poética de los materiales. La aparición de nuevas técnicas deriva en nuevas fórmulas constructivas, formales y estéticas. La especial idiosincrasia del papel, de las luces, sombras y claroscuros del carboncillo o los arrastres y deslizamientos de la acuarela abren nuevas vetas en su pintura. El artificio, el color y todo lo que de su uso derivaba en una pintura apoteósica y vibrante, sometida al gesto y a la composición cósmica de tonos y gamas de óleo, se vuelve ahora radical y concreta. El espacio, como ya hicieran muchos grandes pintores del siglo XIX, queda reemplazado por la idea de tiempo. Sin máscara ni disfraz, sin trampa ni cartón, lo que se ve es lo que hay. Carboncillo, acuarela y papel.