Algunos postulados de la abstracción geométrica o del minimalismo son visibles en su obra pero habría que excavar un poco más para penetrar en el auténtico espíritu o atmósfera que nos conduciría hacia los lugares menos comunes de las vanguardias. Porque más que a corrientes o movimientos genéricos, la pintura de Seitz, en relación a sus influencias, remite a estímulos vinculados con el tiempo y el espacio. Momentos y lugares que nos llevan desde el Mont Sainte Victoire de Cézanne, los elementos decorativos de los fondos de la pintura de Matisse, el cabaret Voltaire, Hugo Ball o Sonia Delaunay hasta la cultura oriental, la arquitectura bizantina, la arquitectura turca o las grecas decorativas.

Si la pintura implica una búsqueda incesante de las incógnitas, la fórmula pictórica de Seitz lo evidencia de forma sintomática. Patrones repetidos una y otra vez que forman laberintos visuales que esconden los comienzos y los fines. Espirales quebradas que absorben al espectador en un juego de dados donde lo ornamental se erige como fondo y forma de la pintura. El ornamento en el trabajo de Seitz no se entiende como pura decoración sino como lenguaje del imaginario visual que conlleva una reflexión sobre la mirada y su derivación más intelectual. Se trata de imágenes emancipadas de ese continuo e infinito proceso en el que se desarrolla lo decorativo. Lo óptico y lo lisérgico, la resistencia que sus cuadros ejercen sobre el enfoque aporta ahora una idea aproximada de su peculiar planteamiento pictórico.

Para esta exposición, lo ornamental y la repetición de patrones queda más claro en los trabajos de gran formato en los que el concepto de espiral y sus múltiples variaciones dibujan una forma que en su repetición encuentra su diferencia. Los colores y matices formales, de gestos geométricos como esquinas, rombos o triángulos señalan las grandes diferencias que existen entre cuadros aparentemente similares. En cambio, en los formatos más pequeños, es la espontaneidad y el juego orgánico y libre el que marca la pauta para la creación de imágenes que lejos de ser inventadas por el propio pintor parecen surgir del fondo de la tela como en una suerte de aparición. En este sentido, podríamos considerar a Emanuel Seitz como un pintor presocrático que confía, como en aquellos postulados filosóficos, en la existencia previa de un lugar de las ideas, en este caso imágenes, de donde podríamos capturar aquello que se hace visible en estas sugerentes y magnéticas composiciones.