Las N-Bilder aludían de forma específica a una medida inventada por el propio pintor. No como una forma de cálculo racional sino como representación de un área pictórica fértil. A lo largo de estos años, la conciencia vital de André Butzer, su esoterismo y espiritualidad, ha generado un cuerpo de trabajo basado en lo que el mismo denomina ligera presión. Y es eso lo que producen sus nuevos cuadros. Una fuerza incorpórea pero con impacto físico, estática y móvil al mismo tiempo, y que entre lo cercano y lo lejano supone un camino hacia el absoluto objetivo.
En realidad, la pintura de Butzer aquí reunida, tres lienzos negros de distinto tamaño cuyas sutiles líneas blancas, más visibles en sus trabajos anteriores, pero ahora disueltas hasta casi desparecer como intersticio, y tres lienzos con motivos figurativos ( figuras femeninas en clara alusión a motivos recurrentes del pasado) pero con una nueva y radical factura, son al mismo tiempo una continuación de los N-Bilder, imágenes de lo objetivo y de la totalidad, con un profundo halo misterioso que cubre de etérea espiritualidad la idea de pintura.

Al eliminar paulatinamente lo personal, lo mundano, los temas, las referencias y lo literal de su trabajo, el objetivismo ha ido imponiéndose y lo espiritual, en palabras del pintor, recoge toda la esencia vital de su nueva pintura. Las dualidades de blanco o negro, presentes en sus periodos anteriores (donde estos dos colores aparecían en sus cuadros de una forma más evidente a la actual) se tornan ahora estériles en aras de alcanzar el equilibrio absoluto que aniquila la línea y la geometría. No hay ya cuadros verticales u horizontales, no hay diferentes colores o diferentes temas, su pintura ya no se concibe de esta manera, sino que absorbe todas ellas con la intención de disolverlas en un todo de luz mesiánica.