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Exposiciones
- Fernando García
Amèrica
Bajo el título AMÈRICA Fernando García presenta su tercera exposición individual en la Galería Heinrich Ehrhardt.
Cuatro rutinas, que podrían entenderse como ejercicios formales o mecánicas de ordenación, articulan los ejes principales de la muestra: ir a por piedras y recogerlas; pintar líneas verticales y horizontales elaborando una trama; imaginar marcos de relación con sus referentes artísticos; y pegar pequeños trozos de papel unos al lado de los otros.
Estos tres actos repetitivos suponen la base sobre la que se asienta no solo esta obra sino la rutina de trabajo de García durante los últimos años. Repeticiones orientadas a despertar desde lo mecánico cierta liberación e interpretar esta lógica como pretexto mediante el cual el artista, absorto y concienciado en su particular práctica, explora lo incontrolado.
AMÈRICA es una idea de la experiencia y una recreación del disfrute de la experiencia. Es un calendario. Si las rutinas, y los resultados que de ella suceden, habían sido esenciales en el método de trabajo de García durante la última etapa, ahora la rutina se convierte casi en evasiva, en la gran interrogación que incita desenlaces insospechados. Rutina y serendipia como formulación material del tiempo.
La exposición se ordena alrededor de cuatro cuerpos de trabajo distintos.
Por un lado dos escaleras que funcionan como diagramas y que explican el funcionamiento de las cosas. Las dos construcciones, llenas de piedras situadas en cada uno de los peldaños y descansillos, obedecen a esa primera rutina de recoger piedras, fecharlas y coleccionarlas. En un principio esa práctica no tiene un objetivo determinado sino que establece el marco de acción sobre el que la obra va encontrando su razón de ser. Por otro lado se presentan una serie de cuadros compuestos en base a tres franjas que se relacionan con esa idea de hacer líneas verticales y horizontales indefinidamente. Se trata de nuevo de un calendario ordenado según las sucesivas intervenciones sobre siete cuadros pintados cada uno de ellos en diversas sesiones distribuidas entre los días de la semana. El mismo cuadro los lunes, otro cuadro los martes y así sucesivamente. Volver, pongamos por caso, todos los domingos a ese cuadro que quedó en suspenso el domingo anterior supone quebrantar la propia regla del juego sobre la que se instaura esta misma práctica, retomando el cuadro una semana después pero rompiendo su sucesión o continuidad. Al mismo tiempo, en AMÈRICA, se presenta otra serie de pinturas vinculadas a los referentes artísticos en relación al espacio pictórico, “el núcleo y el vacío”, y la correspondencia entre la monocromía, el paisaje y la naturaleza. Finalmente un grupo de collages o de posters de exposición cierran la rutina de esas prácticas repetitivas, en este caso centradas en la idea de realizar mosaicos pegando miles de pequeños trozos de papel.
Siguiendo con fidelidad un patrón las cosas cambian repentinamente. De una escultura hierática y firme se pasa a una psicodelia alucinatoria; de superficies monocromas blancas a composiciones y tramas abigarradas de líneas y colores. Es llamativa la lógica establecida entre la inmovilidad de una piedra y un elemento de circulación y movimiento continuo como una escalera. El ascenso y el descenso, una cosa detrás de la otra, es elemental en el trabajo de García, que con escaleras, como ahora, pero también con circunferencias, con espirales o con pirámides se ha enfrentado a estas rutinas circulares y repetidas. También en la idea de recorrido, de paseo o promenade como actividad en si misma, de paisajes de chumberas y mandarinos, se encuentra el origen de esta exposición. Mediante calendarios contemplativos que parecen hallazgos Fernando García construye su propio hábitat, también el nuestro, en un movimiento temporal indefinido y solitario, que como decía Juan Muñoz es dónde todo sucede, “en esas horas en que no pasa nada; de haber un tema, sería esa experiencia”.