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Exposiciones
- Thomas Zipp
Experiments on the perceptual and conceptual classification of varying stimulus pattern
A partir de una profunda investigación acerca de las relaciones entre las teorías psicofísicas y su aplicación matemática con la psiquiatría y diferentes formas de poder durante la década de los setenta y su despliegue durante la guerra fría, Thomas Zipp (Heppenheim, 1966) ha producido su última instalación para la Galería Heinrich Ehrhardt.
La que supone ya su cuarta exposición en Madrid presenta varios lienzos junto a una instalación que consta de un gran columpio, un perchero, un set instrumental de batería, guitarra y amplificadores, varios trajes de trabajo y algunas máscaras. Todos los elementos conforman un espacio en el que se desarrolla una perfomance musical en la que los ritmos, el ruido, la distorsión y el delay actúan como el eco sonoro de unas fórmulas de la física y su empleo en la psiquiatría.
El trabajo que Thomas Zipp desarrolla desde hace años remite a un imaginario singular constituido por la construcción de situaciones y espacios pseudo paranoicos cuyas fuentes primordiales se encuentran en el arte outsider y en determinadas figuras de la medicina, la filosofía, la psiquiatría o la neurología. Los manicomios y las clínicas psiquiátricas son parte fundamental de ese imaginario de la locura en la que artistas como el pintor francés Séraphine Louis, el campesino italiano Antonio Ligabue o Heinrich Anton Müller, por citar a algunas de las figuras más marginales del arte de finales del siglo XIX y principios del XX, trazan un recorrido alternativo sobre el discurso que emerge de las propuestas de Thomas Zipp.
Así, las teorías del pionero Hans Prinzhorn que relacionan por primera vez el arte y la esquizofrenia o bien los métodos analíticos de médicos de principios del siglo XIX como Philippe Pinel o Samuel Tuke, que se opusieron a la asociación arbitraria pero sin embargo hegemónica de la locura y el mal, son ahora puntos de partida para la exploración artística de Zipp. La psicofísica, como rama de la psicología que estudia la relación del estímulo físico y la intensidad con la que este es percibido por el espectador, tuvo un gran desarrollo científico y político en la URSS de la guerra fría. De esas teorías y esos métodos desarrollados por entonces, que consistían en la aplicación numérica de ciertos parámetros psicológicos, y que supuestamente permitirían el control de las masas y la producción de una población controlada y alienada, proviene el universo surrealista de esta nueva exposición. Aquello a lo que se opusieron radicalmente Pinel y Tuke, que sólo a través de los mecanismos rigurosos del determinismo se había ejercido cierto control sobre los locos, fue recuperado por las teorías políticas de la URSS poniendo en práctica esos efectos estimulantes de la psiquiatría alienante. De esta forma, los paisajes, los patrones geométricos o las líneas de los cuadros de Zipp, así como su serie de retratos en los que el rostro se diluye en la alienación del estereotipo, construyen una doble lectura, una doble posición: por un lado la literaria y la científica, en la que los textos médicos abordan esas hipótesis psicofísicas, convertidas en poesía; y por otro, una lectura pictórica donde las imágenes ocupan un lugar externo al del texto. Mediante estrategias como la abolición del adjetivo (método futurista), las figuras sin rostro, los paisajes visionarios, el color negro y todos los elementos que forman parte de la instalación (columpio con amplificador colgado, trajes de trabajo, botas y máscaras) se relata una trágica desaparición de la identidad, diluida ahora entre el ruido de fondo que recorre mente y cuerpo y que actúa aquí como si de una descarga eléctrica se tratara, generando una manifestación artística, podríamos hablar también de un manifiesto (y la recuperación de todas las tesis que de ese concepto se desprenden) que llega como consecución de la obra de arte total.